Publicado em 12 de agosto de 2009 em Chasqui - Revista Latinoamericana de Comunicación:
Tomemos un caso que es la relación entre los medios y la escuela. En cierto modo, una novedad de las últimas décadas es cómo estos actores se disputan la formación de ciudadanos, en la cual la escuela tenía el papel casi exclusivo, al menos el Estado así se lo atribuía, en la primera mitad del siglo XX. La escuela tenía la tarea de ocuparse de formar ciudadanos, de habilitarlos en el conocimiento de la historia nacional, las responsabilidades públicas y de ese modo permitía insertarse en los procesos sociopolíticos, culturales y aún socioeconómicos. Los medios la vinieron a reemplazar, no totalmente, sino más bien compitiendo con ella. Suele verse críticamente este papel de los medios porque, efectivamente, la violenta mercantilización de la radio, la tv, el cine, ha llevado a que su papel educador no sea muy apreciado o vaya en direcciones que no son propiamente las de formar ciudadanos, al menos como se lo entendía desde una concepción ilustrada y democrática. Pero también hay que pensar en la escuela, porque lo que ha ocurrido con ella, en casi todos los países de América Latina, es que pasó de estar centrada en la cultura letrada a una escuela donde llegaron las computadoras y los maestros no sabían qué hacer, y que vio la aparición de los medios audiovisuales de comunicación como una amenaza, una enemiga y por lo tanto los excluyó. (...) La escuela no supo enseñar, salvo excepciones, cómo relacionarse con esos medios. Los jóvenes fueron aprendiendo en la sociabilidad generacional fuera de la escuela, en el trato directo con esos medios. Llegamos a una situación compleja cuando la noción de ciudadanía se ha vuelto un proceso dudoso, o sea, cuánto podemos cambiar desempeñándonos como ciudadanos. La escuela tiene muy poco que decir acerca de cómo usar los distintos recursos de información, de organización de las demandas y los deseos de las prácticas sociales con vistas al interés público y, por otro lado, la fuerte privatización de gran parte del sistema escolar que tiende a formar más expertos que ciudadanos, técnicos simplemente y la mercantilización agresiva de los medios que suele desinteresarse de lo público, llevan a que la colaboración entre los distintos actores sea muy difícil. Me parece que hay una responsabilidad compartida en estas deficiencias. (...) De acuerdo con la educación tradicional, primero había que formar a los profesores para que ellos, luego, se preocuparan de transmitirlo a los educandos. Ahora ellos enseñan a los maestros. Lo que habría que hacer es que todos aprendan de manera simultánea. Esto no quiere decir que debamos olvidar que los maestros tienen una habilitación mayor a ciertos temas o a cierta capacitación para organizar lógicamente los contenidos de la educación, por su largo aprendizaje. Eso es una ventaja, pero hay que reconfigurarla en la nueva relación que establece el acceso diversificado a muchísimas ofertas culturales que vienen envasadas de esta manera en Internet.
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